IV CONCURSO MICRORRELATOS EAPN ESPAÑA

FIN DEL PLAZO DE PRESENTACIÓN DE MICRORRELATOS

La Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social en España (EAPN-ES) convoca el V Concurso de microrrelatos "La pobreza en cien palabras" con el objetivo de llamar la atención sobre las situaciones de exclusión social y pobreza que sufren diariamente miles de personas en nuestro país. Buscamos las mejores historias con un máximo de cien palabras que denuncien, describan o llamen la atención sobre esta situación, sobre sus lacras: el rechazo, la marginación, el miedo al pobre y sus capacidades, la solidaridad, la empatía, el trabajo en equipo.



Fallo del IV Concurso de Microrrelatos 'La pobreza en 100 palabras'

Este concurso se organiza con motivo de la conmemoración el próximo 17 de Octubre del Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza.

Más de 300 autores de toda España participaron en el IV Concurso de Microrrelatos 'La pobreza en cien palabras', convocado por EAPN España y la Escuela de Escritores y que tiene como objetivo sensibilizar a la sociedad en la lucha contra la pobreza y la exclusión social.

Elena Bethencourt Rodríguez (Arona, Santa Cruz de Tenerife) es la autora del microrrelato “Temores”, elegido como ganador del certamen, que se falló hoy viernes 4 de mayo. “Silogismos” de Eva García Martín, (La Coruña) obtuvo el segundo lugar.

El certamen de microrrelato premia con un curso online en la Escuela para el ganador y con la elaboración de dos vídeos de sensibilización contra la pobreza para el mes de octubre de este año, cuyos guiones se realizarán a partir del relato ganador y el finalista. Los textos ganadores fueron seleccionados por un jurado formado por el escritor y director de la Escuela de Escritores, Javier Sagarna; Germán Solís, subdirector de la Escuela; Sali Guntín, vicepresidenta de EAPN España; Jonás Candalija, coordinador de comunicación de la misma entidad y Claudia Munaiz, técnica de sensibilización de la Red. El jurado ha valorado la calidad literaria y la sensibilidad con la que se ha tratado el relato ganador, además del surrealismo y la maestría con que apela a nuestra conciencia. Del segundo finalista, destaca la crudeza con que se narra una acción cotidiana que nos puede tocar a cualquiera. El jurado ha seleccionado los otros finalistas porque todos, de alguna manera, reflejan muy bien situaciones de pobreza y exclusión social.

Los 180 autores de toda España presentaron sus microrrelatos a este concurso para contar la mejor historia que cumpliera con las condiciones que imponían las bases: no superar las cien palabras y describir, denunciar o llamar la atención sobre la pobreza y la exclusión social en todas sus vertientes (desempleo, desahucios, sinhogarismo, discriminación, etc).

Además de los microrrelatos de Elena Bethencourt y Eva García, resultaron finalistas otros ocho textos. A continuación puedes leer los microrrelatos ganadores y finalistas:

Primer premio: Temores de Elena Bethencourt Rodríguez, Santa Cruz de Tenerife

—No me creerás pero el viento trajo un parque volando. Al rato llegó un sombrero, una camisa, unos pantalones, un indigente.

—¿Y qué hiciste?

—Le puse el pie encima.

—¿Para que no saliera volando otra vez?

—No, para que no se levantara.

Segundo premio: Silogismos de Eva García Martín, La Coruña

Mierda de conciencia. Desde que al entrar al supermercado la había visto acurrucada en la puerta, con aquel cartel lleno de faltas y, seguramente, de mentiras, no hacía más que sopesar si darle los cincuenta céntimos del carro cuando terminara. Cincuenta céntimos eran casi cien pesetas: le alcanzaba para algo de fruta que era muy sana. Si supiera que no era celiaca, hasta ella misma podía comprarle un bocadillo. O una loción para piojos. Aunque igual también tenía pulgas. Nunca había visto una pulga, pero decían que saltaban mucho. Demasiado. Lo suficiente para fingir una llamada de móvil cuando saliera.

Finalistas:

De vuelta, de José Javier Alonso Reyes, Granada

Habían pasado más de diez años, pero mientras deshacía la maleta se daba cuenta que todo permanecía igual, la foto de fin de carrera con los compañeros de promoción, el póster de los RAMONES, la primera medalla que ganó en gimnasia rítmica colgada en el cabecero de la cama, entonces dejó un nuevo recuerdo en su habitación de la infancia, antes de irse a la cocina a cenar con sus padres, la notificación del desahucio de su pisito del centro.

Más que hambre, de María Carmen Caamaño López, Madrid

Me revolví intentando esquivar los muelles salidos que se me clavaban en la espalda. La respiración de mis hermanos, esparcidos por el suelo sobre colchones similares al mío, servía de coro a los ronquidos de barítono de papá. Por encima del tufo a madera mohosa flotaba un aroma que arrancaba gruñidos furiosos de mi estómago. No sería hasta mucho más tarde, cuando la chabola ya era sólo un recuerdo y yo trabajaba en la cocina del barón, que identificaría aquel olor: el de un bizcocho. Así supe que la riqueza tenía un ligero toque avainillado.

Regulación de empleo, de Joaquín Valls Arnau, Barcelona

Mientras los niños desayunan un vaso de leche antes de ir al colegio, ella le cepilla las solapas de su único traje. Antes de que abandone el piso, lo despide con un par de besos. Él se echa a la calle con el acordeón y el taburete plegable bajo el brazo y se dirige hacia el centro. Media hora después, sitúa el taburete en la esquina habitual y deposita el platillo a sus pies. A los pocos minutos de haber comenzado a tocar, pasa por la acera un antiguo compañero de trabajo. Ambos desvían la mirada hacia otro lado.

Hábitat, de Rafa Olivares, Alicante

El armario de dos cuerpos es de estilo colonial en madera de cedro del Líbano. El bargueño, Luis XV, de ébano de Botsuana, con incrustaciones de jade, coral y marfil, y la sillería victoriana, de caoba de Brasil. La lámpara de araña, aunque aún no alumbra por falta de corriente, es una magnífica pieza de cristales de Bohemia con cincuenta puntos de luz. Los tules y sedas de Damasco, en tonos pastel, dan calidez al espacio. El matrimonio, los niños y el abuelo coincidieron en que el conjunto no quedaba nada mal bajo el puente románico que ahora les cobija.

Animales de escaparate, de Rosario López Domínguez, Madrid

No tiene nombre porque nadie lo llama. Son las dos y está en la calle. Hace lo mismo que el animal de escaparate. Mueve el brazo, el derecho frente al izquierdo del otro. Es un gato, ¿japonés o chino? Dorado, le habla, le dice, le propone, lo invita: mete la mano y rompe el cristal, niño; sangra, chúpate el puño, ¿a qué sabe?, dame un poco, sácame de aquí, vayámonos los dos, juntos, de Madrid, a hacer clac-clac a otro lugar, al inicio del mundo, niño. El niño sin nombre quiere cocinarlo. El gato no lo sabe.

El regalo, de Susana Revuelta Sagastizábal, Cantabria

Una caja de témperas envuelta en papel charol, con un lazo fuera. Ella apartó a un lado el paquete y sirvió la sopa.

—Esta misma tarde lo devuelves —dijo, tragando saliva.

—Es tu cumpleaños —protestó él, débilmente—. Quiero que vuelvas a pintar, quiero verte contenta.

—¿Cuándo? ¿Después de fregar portales, de atender viejos de noche, de remendar ropa al vecindario? ¿Con qué lo pagaste, con el dinero del terapeuta?

Tenía razón. Desde lo del ictus, la pobre no paraba.

—Me encontré un billete en la calle —mintió.

Ella recogió en silencio la mesa; él se dirigió cojeando al balcón

Simulacro, de Joaquín Valls Arnau, Barcelona

El carro lo sustrajo el lunes en un hipermercado en el extrarradio de Madrid. Hoy ya ha conseguido llenarlo. Bajo una lluvia intermitente, se apresura a llevarlo a la chatarrería situada a varios kilómetros. Tras pesar la mercancía, le pagan con unas monedas. Durante la mañana consigue repetir la operación un par de veces más. A las tres en punto regresa a casa exhausto. Ella lo recibe contenta, con la mesa ya dispuesta. Mientras sirve la comida agradece en silencio al destino que, un día más, la empresa de mudanzas mantenga el contrato a su Julián.

Reforma Laboral, de Pepa López Sevilla, Cádiz

NO. El monosílabo resuena con fuerza en su cabeza. El banco no negociará la hipoteca. Todavía delante de la sucursal, Julián derrama lágrimas de rabia e impotencia. Mejor marcharse, no sea que tenga que arrepentirse de algo. Es tarde cuando llega a casa. Su mujer lo mira, no necesita preguntar, y sigue amamantando al bebé. Derrotado, Julián se va a la cama, sin cenar. Tiene que descansar, mañana será un día duro en el trabajo, toca inventario.

Queremos agradecer a todas las personas su participación en el concurso.

El fallo del jurado es inapelable.

La organización del Concurso se pondrá en contacto con las personas premiadas y finalistas en los próximos días.

Este concurso se organiza con motivo de la conmemoración el próximo 17 de Octubre del Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza.